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Arualthings

Inesperadamente tú - Cap. 15

Cuando llegué al hotel eran pasadas las nueve de la noche. Sin apenas darme cuenta, me había dedicado a dar vueltas con el coche durante más de media hora después de salir de aquel parque, intentando ordenar mis pensamientos y, finalmente, llegando a la conclusión de que había hecho lo correcto.

Entré en la suite y me encontré con Junsu desparramado en uno de los sofás mirando la tele con cara de aburrimiento. Cuando me vio llegar, se levantó de golpe y me dedicó la sonrisa que formaba parte de los muchos motivos por los cuales me había enamorado de él.

- Pensaba que no ibas a volver hasta más tarde.
Yo no pude evitar sentirme un estúpido por quedarme ahí parado, mirándole sin decir nada, gritando de frustración por dentro por reaccionar de aquella forma cuando le tenía delante.

Si supieras el poder que tienes sobre mí, te sorprenderías, Kim Junsu…

Cuando por fin recuperé la movilidad – y la actividad cerebral en general –, sólo se me ocurrió mirar a nuestro alrededor en busca de Jaejoong.
- Yunho le ha llamado hace un rato y ha salido corriendo – dijo Junsu antes de que yo preguntara.
Alcé las cejas a modo de sorpresa y sonreí. Al parecer Yunho ya había encontrado respuesta a sus sentimientos.

Sin embargo, no pasé por alto el hecho de que Junsu no me interrogara sobre Ye Eun. De alguna manera había adivinado que no quería hablar del tema, y se lo agradecí enormemente.
Aún me sorprendía la increíble capacidad de percepción que demostraba tener a veces.
Me dirigí al sofá donde él se encontraba. Me tumbé y coloqué la cabeza en su regazo como si fuera el gesto más normal del mundo. Él me miró desde arriba y automáticamente comenzó a acariciarme el pelo. Me recosté de lado, de cara al televisor y cerré los ojos, sintiendo como toda la habitación se llenaba de paz.
- Yunho y él se besaron – dije, sin saber muy bien porqué, después de unos minutos de silencio.
Su mano se detuvo sobre mi cabeza y casi pude imaginar la expresión de sorpresa que tendría en esos momentos.
- ¿Qu- qué? ¿Quién se besó con…?
- Yunho. Y Jaejoong. Hace pocos días, quedaron y al despedirse, se besaron.
Junsu se quedó en silencio intentando asimilar la información.
- ¿Cuántas botellas de soju tuvo que usar Jaejoong para conseguirlo? – dijo finalmente.
No pude evitar reírme ante aquella pregunta, recordando que yo al principio había pensado exactamente lo mismo que él. Me levanté de su regazo para poderle ver la cara y negué solemnemente con la cabeza.
- Los dos estaban sobrios. Yunho habló conmigo cuando estuve ingresado. Está hecho un lío.
- Pero si… pero si Yunho no es… - se calló, aunque ambos casi pudimos ver la palabra GAY flotando en el aire.
- Ni yo, pero mírame – respondí encogiéndome de hombros con una sonrisa.
Sonrisa que se esfumó en el instante en que él hizo una mueca de disgusto y apartó la mirada.
- ¿Te avergüenzas de ello?
Su comentario me pilló desprevenido. Definitivamente estaba fuera de lugar.
¿Avergonzarme? ¿De amarle, aunque fuera un hombre?
Puede que al principio sintiera miedo. Pero ¿vergüenza?
No. Jamás.

Le sujeté de la barbilla para que me mirara a los ojos y cuando hablé, lo hice en un susurro suave.
- Eh, ¿por qué piensas eso? No me avergüenzo de lo que siento, Junsu ah. Si me avergonzara, no podría hacer esto – me acerqué a sus labios y planté un dulce beso en ellos –. Ni esto – volví a juntar nuestros labios en un beso más largo y profundo que casi logró dejarnos sin aire. Cuando nos separamos, le miré y sonreí –. No te atrevas a pensar que me avergüenzo de quererte, Kim Junsu, ¿me oyes?

Su sonrisa volvió a aparecer, y una ola de alivio recorrió mi interior. 
- Entonces tampoco te echarías atrás si… - dejó la frase sin acabar, y cuando le miré a los ojos, pude distinguir un brillo familiar en ellos.
Sus labios se transformaron en una sonrisa que llevaba la palabra lujuria escrita por dentro. Con un gruñido, se lanzó sobre mí, haciéndome quedar tumbado debajo de él, y  apresando mis labios con los suyos.
Aquel beso fue diferente a todos los demás. En él, la pasión, el amor y el desenfreno estaban mezclados a partes iguales, haciéndome descubrir una faceta de Junsu que, de hecho, me encantaba. El fin del beso llegó y me di cuenta que los dos estábamos sin aire. Aún jadeante, le sonreí y recorrí lo largo de su espalda con las manos.

- Tampoco me echaría atrás si… ¿qué?
- ¿Acaso hace falta que lo diga?

Solté una carcajada y volví a juntar nuestros labios con la misma brusquedad que él había empleado antes. Realmente había llegado a un punto de adicción que no podía compararse con el tabaco ni la bebida.
Porque esos vicios para mí eran insignificantes e innecesarios si tenía sus labios pegados a los míos de aquella forma.
Sin dejar de besarle, me enderecé y me coloqué sobre Junsu para tener más libertad de movimiento. A partir de ese momento, todo se basó en una serie de impulsos, de acciones y movimientos realizados de forma casi inconsciente, dejando al pensamiento en un segundo plano: mis manos viajaban por debajo de su camisa sin que yo las controlara. Junsu mordía cada centímetro de mi cuello. Nuestras caderas se movían en un intento de juntarse la una con la otra. 
En aquel sofá solo existía el deseo.
El deseo y las ganas irrefrenables de comernos a besos.
No sé cuándo fue que llegó el momento en que vimos nuestra ropa como algo molesto. Cuando me di cuenta, Junsu me sacaba la camiseta con un gruñido que me instó a hacer lo mismo con la suya. Notar su pecho desnudo pegándose al mío, moviéndose al ritmo de los jadeos ya incontrolables, me hizo querer más.
Porque no, nunca tenía bastante de él. 
A sangre fría, reduje la velocidad de los movimientos de mis manos, y lentamente fui depositando besos a lo largo de su pecho hasta llegar a sus pezones. Allí me detuve todo el tiempo que quise y más, escuchando sus suspiros y gemidos como si fueran la melodía más hermosa del mundo. Una mano en mi pelo tiró de mí hacia arriba con suavidad, y me encontré con sus ojos brillantes.
- Yoochunnie… vamos… vamos al dormitorio…

Sus palabras me hicieron darme cuenta que estábamos en la habitación principal de la suite, en el sofá, y que si Jaejoong aparecía, y nos veía haciendo…

- Vamos – dije con urgencia intentando alejar aquel pensamiento de mi cabeza. 
Entramos a mi cuarto sin siquiera abrir los ojos, ni molestarnos en separar nuestras bocas apenas para respirar. Las manos de Junsu bajaban por mi espalda desnuda y se perdían en el interior trasero de mis vaqueros, acercándome a él, haciendo notar el bulto que crecía cada vez más dentro de sus pantalones.

Con un leve empujón, me tumbó en la cama, haciéndome quedar bajo su cuerpo. Luego noté cómo rozaba con sus labios toda la extensión de mi pecho y hombros, mientras hábilmente me quitaba las dos últimas prendas que ya comenzaban a molestarme. Y yo, simplemente, cerré los ojos y me dejé hacer.

No necesitaba ver ni tocar nada. Solamente me limité a sentir.
A sentir sus manos acabándome de desnudar por completo. 
Sentir sus labios a la altura de mi ombligo, bajando lentamente hasta acabar en esa zona de mi cuerpo que se moría por su contacto.
Sentir su boca, su lengua, sus manos, todo a la vez, haciéndome curvar la espalda y gemir una y otra vez su nombre.
Sentir cómo volvía a subir hasta cerca de mi oído, susurrándome suspiros, mientras sus manos continuaban el trabajo.
Y sentir que ya no podía más, porque pensaba que iba a morir de placer por su culpa.
Juntó nuestros labios en un beso amargo y apartó el pelo de mi frente sudorosa mientras esperaba que recobrara el aliento. Me sonrió y no pude evitar devolverle el gesto.

- ¿Sabes qué, Junsu?
- ¿Qué?
- Te quiero.

No sé qué fue lo que me impulsó a decirle aquello; simplemente quise hacerlo.
Nos miramos en silencio, aún jadeantes, y luego me besó. Aquel beso no tenía la avidez y la lujuria que tenían los anteriores, sino que fue más largo, intenso, y sobre todo muy, muy lento. A partir de ahí, el deseo que había nacido de forma repentina en nosotros se mezcló lenta y dulcemente con los sentimientos del uno con el otro. Dimos la vuelta, para quedar encima de él y poco a poco acabé de desnudarle.
Todo se convirtió en caricias, suspiros incontrolados y en besos. Entre nuestros cuerpos no existía separación ninguna, y el roce de mi miembro con el suyo nos hacía estremecer a ambos.

- Yoochun…

Supe de inmediato qué era lo que me estaba pidiendo con aquel susurro, y no dudé un segundo en atender a su petición. Separé un poco sus piernas y le besé dulcemente mientras entraba en él con lentitud. Sus uñas se apretaron en mi espalda y ahogó un quejido contra mis labios, pero cuando nuestras caderas cogieron el ritmo nuestros gemidos sonaron al unísono en una expresión de placer.
Junsu era increíble. En todos los aspectos.

Verle suspirar de aquella manera; saborear su lengua y juntarla con la mía; notar sus manos en mi espalda; acariciar su pecho perfecto salpicado de gotas de sudor y poder sentir los latidos frenéticos de su corazón; estar en su interior estrecho y unirme con su cuerpo como si fuéramos uno solo. 
Eran un millón de sensaciones que solamente él podía hacerme sentir al mismo tiempo.
En una embestida, toqué el punto que logró que Junsu soltara un grito y se derramara entre nuestros cuerpos. El simple hecho de escucharle gemir así hizo que poco después yo llegara al orgasmo dentro de él.
Cuando nos separamos y me tumbé a su lado, me di cuenta de lo cansado que estaba. Cerré los ojos, en un intento de controlar la respiración, y sentí cómo Junsu entrelazaba sus dedos con los míos.

- Yoochun… ¿sabes qué?
- ¿Qué? 
- Yo también te quiero.

Aún con los ojos cerrados, sonreí y le di un apretón en la mano. Junsu secó los restos de su esencia que aún quedaban en mi abdomen y luego se abrazó a mí, apoyando su cabeza en mi pecho. Le rodeé con un brazo y le besé la coronilla. Poco a poco, fui sintiendo que su respiración se volvía más pausada y profunda, y supe que se había quedado dormido.

Sin embargo, yo, a pesar del cansancio, no pude conciliar el sueño. En la oscuridad de mi mente, el rostro descompuesto de Ye Eun y su despedida aún seguían muy recientes.

“…
- Me vuelvo a Corea.
- ¿Cuándo?
- Mañana a primera hora.”

Aún con aquellas palabras resonando en mi cabeza, me dejé llevar por el cansancio y me quedé dormido.


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